«Con las mismas manos que reparten la comunión y dan la bendición, algunos acostumbran a pecar».
Leer estos dos libros sobre los casos de pederastia en la Iglesia católica de Colombia, me causó más ansiedad que ver en Netflix el «juego del calamar».
Juan Pablo Barrientos es un periodista que se ha dedicado a investigar y escuchar a las víctimas que han sido abusadas sexualmente por sacerdotes. En su primer libro, «Dejad que los niños vengan a mi», logra identificar los cuatro patrones de una potencial víctima de abuso sexual clerical: varón, pobre, proveniente de una familia disfuncional y monaguillo.
Nueve sacerdotes son nombrados en este libro, sin embargo las denuncias por pederastia en la Fiscalía, muestran la inoperancia del sistema judicial colombiano para investigar a presuntos pederastas, quienes apelando al *Concordato de 1973 evaden la justicia penal y siguen ejerciendo su ministerio. De acuerdo al derecho canónico, la pena por abusar sexualmente a un menor, se reduce a la expulsión del sacerdocio y permanecer en un lugar aislado manteniendo «una vida de oración».
Colombia ha sido tradicionalmente un país católico; el Estado que es el corazón de la Iglesia está regulada por el concordato, un tratado internacional entre ambas partes, lo cual permite que, la Iglesia conserve plena libertad e independencia de la potestad civil y por consiguiente puede ejercer libremente su autoridad espiritual y jurisdicción eclesiástica, conformándose en su gobierno y administración de sus propias leyes. Protegidos por este acuerdo, en las curias reposan archivos secretos con miles de denuncias contra sacerdotes por agresiones sexuales a menores de edad que nunca llegan a la Fiscalía Nacional.

En su último libro «Este es el cordero de Dios» cuenta la historia de Pedro, un chico pobre y sin familia, que cae en las mentiras de sacerdotes que le prometen apoyo económico en su educación, oportunidades de trabajo, y hasta relojes o ropa. Desafortunadamente, termina siendo prostituido durante mucho años por diferentes sacerdotes que se lo rotan como un objeto para complacerlos sexualmente, a cambio de comida o entre $30.000 y $50.000 mil pesos. Después de muchos años Pedro decide denunciar y con la ayuda de 3 mujeres: Socorro, Claudia y Olga, logran destapar una red de prostitución que involucra a más de 38 sacerdotes.
¿Cómo llegaron 3 mujeres a destapar todo un escándalo de abuso sexual por parte de los representantes de Dios en la tierra? Por orden del papa Francisco, cada Iglesia debía conformar un comité para investigar denuncias por abuso sexual en la Iglesia, así que Monseñor Óscar Urbina reunió a estas mujeres que él consideraba tan rezanderas, ingenuas y devotas a la Iglesia, que serían fácil de manipular con el objetivo de seguir encubriendo las denuncias por pederastia; lo que él no sabía es que ellas, además de ser católicas devotas, creer en la virgen, rezar el rosario, confesarse y no faltar cada domingo a misa, también son profesionales comprometidas con su vocación de justicia, lo cual terminó por destapar la red de sacerdotes que constituyen una empresa criminal. Incluso una de ellas, Olga Cristancho, fue la abogada que llevó el proceso del violador y asesino en serie de niños más peligroso del mundo: Luis Alfredo Garavito.
En la estructura eclesial, las mujeres son invisibilizadas y cumplen un rol limitado, pero seguramente los casos por pederastia disminuirían, si estas tuvieran el mismo poder que los hombres en la Iglesia, pues es más probable que ellas no se queden calladas frente a los abusos sexuales de niños y niñas.
Duele leer cada página, cada historia, cada abuso, cada injusticia. Es un tema que pocos hablan, porque esta institución se ha encargado de que así sea. Incluso algunos sacerdotes han perdido 2 tutelas, con la intención de sacar estos libros del mercado. Así que los y las invito a leer estos libros, apoyemos a buscar la verdad y que estos casos no queden impunes. #ElArchivoSecreto
*El Concordato de 1973 ha sido la herramienta con la que la Iglesia católica ha logrado que los sacerdotes señalados por pederastia no vayan a la cárcel. El artículo xx dice: «En caso de procesos penales contra clérigos y religiosos, conocerán en primera instancia, sin intervención de Jurado, los Jueces Superiores o quienes los reemplacen y en segunda, los Tribunales Superiores. Al iniciarse el proceso se comunicará el hecho al ordinario propio (obispo), el cual no pondrá obstáculo al procedimiento judicial. Los juicios no serán públicos. En la detención y arresto, antes y durante el proceso, no podrán aquellos ser recluidos en cárceles comunes, pero si fueran condenados en última instancia se les aplicará régimen ordinario sobre ejecución de la penas».


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